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miércoles, 3 de marzo de 2010

INTELIGENCIA EMOCIONAL

INTELIGENCIA EMOCIONAL
Para reflexionar

Cada vez está tomando más fuerza la importancia de que las personas conozcan el papel que juega la inteligencia emocional. Ese conjunto de habilidades personales (no intelectuales ni técnicas) que son fundamentales para obtener satisfacción en los distintos ámbitos en que uno se desempeña. Cuando nuestro entorno es complejo, vertiginoso, cambiante y competitivo, surgen constantes procesos de transformación que cruzan todos los planos de nuestra vida, lo que impone manejar ciertas habilidades para no fracasar.

Las habilidades de inteligencia emocional (IE) son de dos tipos: las de auto-manejo y las de manejo interpersonal. Las primeras nos permiten controlar y manejar nuestras propias percepciones e impulsos. Dentro de éstas se encuentran la resiliencia, la capacidad para persistir frente a las dificultades, el logro y el manejo de las propias emociones.

Las habilidades interpersonales son aquellas que entran en juego cuando interactuamos con los demás. Entre éstas se encuentran la empatía, la capacidad para influir, la comunicación, el liderazgo, el manejo de diferencias o conflictos, las habilidades para establecer lazos o redes y aquellas que permiten que las personas funcionen con éxito como miembros de un equipo.

Pesimismo versus Optimismo

En mayor o menor grado, existe consenso en que los estándares de vida han mejorado sustancialmente en los últimos sesenta años, gracias a factores como los avances en la salud, el desarrollo de las economías, el avance tecnológico y la cobertura de la educación. Independientemente de las posturas filosóficas, sociales o políticas respecto a si hoy estamos mejor que antes, la expectativa de vida -el indicador más duro para medir esto- arroja resultados claramente positivos.

Durante la gran mayoría de los aproximadamente 100.000 años que lleva el hombre sobre la tierra, el promedio de vida no superó los 35 años. Sólo recién en los últimos cien años ha sido posible empinarnos por sobre los 75 años. Estamos viviendo más del doble del tiempo que vivíamos hace apenas cien años atrás y, sin embargo, el pesimismo nos embarga como nunca antes. Las estadísticas de salud muestran el dramático crecimiento de la depresión, la expresión última del pesimismo, con una prevalencia diez veces mayor que lo que tenía hace cincuenta años.

Este explosivo crecimiento no es explicable desde el punto de vista biológico. Difícilmente se podría sostener que en cincuenta años se ha producido algún cambio genético en nuestra especie o que la química de nuestro cerebro se ha modificado en la magnitud necesaria para explicar el cambio. Pareciera tener más sentido y ser más factible explicar el fenómeno desde un punto de vista psicológico. La hipótesis sería que, por razones que no es el caso analizar aquí, hemos venido aprendiendo la desesperanza y la indefensión como consecuencia, por un lado, de hábitos de pensamiento pesimistas (la relación causal del pesimismo sobre la depresión está bien demostrada, así como el rol predictor del primero sobre la segunda), y, por otro, debido a la falta de significado de gran parte de lo que hacemos.

Stress positivo

Recientes investigaciones vienen mostrando que el estrés posee efectos positivos altamente importantes asociados al desarrollo y al éxito personal. Es más: la ausencia de experiencias estresantes en la vida de las personas las torna altamente vulnerables a las dificultades de la vida. Así lo demuestran investigaciones efectuadas en el ambiente organizacional referidas al desarrollo y éxito de los ejecutivos.

El rol del optimismo es ayudar a lograr las metas que una persona se pone a sí misma, pero descubrir permanentemente el significado es el desafío ineludible de cada persona. "Tengo que encontrar una verdad que sea verdadera para mí... la idea por la que pueda vivir o morir" (Kierkegaard). "La vida que no se compromete con algo superior a ella es una pobre vida. Los seres humanos requieren un contexto de significado y de esperanza" (Seligman).

Pero no debemos ser pesimistas. Existen buenas noticias: el optimismo, la esperanza y la resiliencia son destrezas que pueden ser enseñadas, aprendidas y desarrolladas. La forma en que vemos y explicamos la adversidad, el infortunio y los reveses, descansa en destrezas ejercitables. Pasar del pesimismo al optimismo es posible. Los cambios en el mundo actual están siendo demasiado vertiginosos y generadores de adversidad y, como personas, los estamos enfrentando y manejando de manera artesanal, por ensayo y error. Hoy, la psicología nos aporta marcos conceptuales y herramientas técnicas que nos pueden ayudar a desarrollar destrezas de supervivencia personal más ajustadas a las demandas de la vida moderna. La vida no es fácil, pero está en nosotros hacerla bella.

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